Perdón, indultos, obispos et alia (I)

En todo este ingrato asunto de los indultos que el gobierno ha concedido a unas personas de Cataluña que estaban en prisión, se están utilizando mucho, curiosamente, una serie de conceptos como perdón, misericordia, fraternidad,…

Dicho sea como entradilla: es evidentemente injusto calificar a esas personas como «presos políticos». Fueron condenados legítimamente por un delito comprobado, en los tribunales del Estado, al final de un proceso llevado a cabo con todas las garantías, y con unos jueces que en todo momento ejercieron un verdadero magisterio público sobre el buen hacer jurídico.

¿Se puede conceder el perdón a quien no está arrepentido?. Pienso que en este caso interesa especialmente distinguir dos ámbitos, dado que algunos de los implicados, cristianos o no, están utilizando unos términos de profunda raigambre cristiana o que, al menos, evocan valores del Evangelio; y también, por otra parte, porque la Conferencia Episcopal Española ha entrado en juego.

Por un lado, está el perdón como actitud o, mejor, como acto interno del individuo. En este caso, todas las personas estamos invitadas a perdonar. Es más, los cristianos tenemos la obligación de perdonar. Nos lo enseña Jesús mismo en el Evangelio: perdonar, no hasta siete veces (el siete es, en la Biblia, el número perfecto, el número de Dios) sino hasta sententa veces siete —es decir, siempre. A los golpistas catalanes, ¿les perdonas?; mi respuesta: soy consciente de que debo perdonarles y me estoy esforzando por hacerlo, por supuesto, de corazón. ¿Aunque no se arrepientan?; sí, aunque no se arrepientan.

Por otro lado, está el indulto de un condenado por los tribunales. Esto ya no es el perdón personal, sino algo social y jurídico. Aquí las cosas ya son un poco distintas. Así como Dios es perfecto y perdona siempre —y, a imagen de Dios, los cristianos tenemos que perdonar— la sociedad humana, sin embargo, no es perfecta, porque el hombre no es perfecto.

El ordenamiento jurídico regula, entre otras cosas, las garantías de los derechos de los ciudadanos y de las relaciones de estos entre sí, y ordena las políticas públicas en beneficio del interés general. En ese ordenamiento, el derecho penal es una medida de protección de la propia sociedad frente a quien rompe sus normas. A quien ha sido condenado por algún delito y afirma que volverá a cometerlo si tiene la oportunidad, no se le puede indultar. Hacerlo va en contra de todo el resto de ciudadanos, que no han cometido el delito y que en este caso, además, sufren sus consecuencias. Indultando a quien quiere llevarse por delante un bien moral o jurídico que nos afecta a todos, el gobierno nos está desprotegiendo a todos. Premiar al culpable contumaz, poniendo además en peligro al inocente, es profundamente injusto.

¿Puede haber graves y particulares circunstancias que, en algún caso excepcional, justifiquen un indulto en esas condiciones?. No lo sé, la vida es tremendamente rica en cuanto a situaciones que se pueden dar. Pero no parece que en este caso de Cataluña se den unas mínimas condiciones para ello. Y la razón más inmediata que me lleva a pensarlo así es que las personas indultadas tienen, no solo la voluntad de volver a deliquir, sino los medios para hacerlo.

Ir a Perdón, obispos et alia (II)

Acerca de Juan

Con los ojos abiertos, ¡y con poco tiempo!
Esta entrada fue publicada en Artículos y etiquetada , , , , . Guarda el enlace permanente.

2 respuestas a Perdón, indultos, obispos et alia (I)

  1. Pingback: Perdón, indultos, obispos et alia (II) | El Pensadero

  2. Pingback: Perdón, indultos, obispos et alia (III) | El Pensadero

Deja un comentario